La historia desconocida del niño del cerro El Plomo



En 1954, un minero, un zapatero y un empleado público encontraron un niño inca congelado, a 5.400 metros de altura. Mañana, en la Feria del Libro, se presenta un texto sobre el caso.

por Denisse Espinoza - 07/11/2009 

Ni los 76 años que llevaba a cuestas, ni la falta de su mano izquierda detuvieron a Guillemo Chacón -a quien llamaban el Abuelo- de su ambición por encontrar el tesoro del cerro El Plomo. Años atrás, su amigo, el "Taita Castro", le había dado las coordenadas para encontrar una mina de plata que, según él, acabaría con sus estrecheces económicas. Junto a Luis Ríos (37), zapatero, y su sobrino Jaime Ríos (24), empleado en una compañía eléctrica, empredió la aventura a fines de enero de 1954. Fue la expedición más exitosa e inesperada de todas. A 5.400 metros de altura, excavando en medio de antiguas construcciones de piedra, hallaron el cadáver congelado, por cinco siglos, de un niño inca.
Tiempo después, el zapatero Ríos escribió sus recuerdos del hallazgo. Por 55 años, el cuaderno estuvo guardado en una cómoda de la casa familiar, hasta que uno de sus hijos lo publica ahora, con el nombre de El niño Inca. La verdadera historia del niño del cerro El Plomo. El volumen se presenta mañana, a las 18 horas, en la Feria del Libro de Santiago.
El libro detalla el descubrimiento mismo, el fenómeno mediático (la noticia fue cubierta por Life) y la sensación de haber sido engañados por el Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) tras un acuerdo monetario para entregar la momia. "Quiero que lean la realidad del hallazgo más importante encontrado a mayor altura y en mejor estado de conservación,  realizado por los seres más torpes e ignorantes", anota el autor.
El chiquillo
Los animales estaban hambrientos y los hombres, cansados. Pero luego de excavar largo rato, Ríos encontró al niño, acompañado de un ajuar que incluía figuras de plata y oro, y una bolsita donde estaban sus dientes de leche. Sin pensarlo dos veces, el arriero lo echó en su bolso y comenzó el descenso junto a su sobrino. En el campamento los esperaba el Abuelo: "Para qué trajiste a este chiquillo", le reprochó a Ríos. Decidieron enterrarlo en una cueva, a 200 metros de profundidad, y volver a Puente Alto sólo con las figuras.
En el MNHN les ofrecieron $ 85 mil por las piezas y otro poco para que fueran a buscar la momia, pero después las condiciones cambiaron: el Abuelo consiguió sólo $ 45.000 por todo.
En los años 80, se confirmó a través de estudios científicos que el esqueleto y los órganos internos del pequeño estaban intactos, confirmaron que había sido sometido al ritual inca Capac cocha, dedicado al dios sol entre los siglos XIII y XVI. Este consistía en sacrificar a niños bellos, púberes y sin fallas. Luego de adormecerlos con hojas de coca, los niños morían de frío y eran sepultados junto a valiosos objetos.

LA TERCERA

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